La oficina estaba vacía… y eso era raro. Por flojo que fuera el día en la unidad siempre estaba alguien entrando y saliendo o, como mínimo, el sonido de fondo de los dedos de Doris aporreando el teclado del ordenador. Pero no, ni siquiera ella estaba en su puesto de trabajo.
- ¿Dónde coño se ha metido todo el mundo? – dije a la sala vacía.
- ¡Ssshhh!
Los pelos se me pusieron de punta y el corazón casi se me salió por la boca al escuchar aquel siseo tan cerca de mí. Como esperando una aparición, me giré muy lentamente hacia la izquierda. Entonces me di cuenta de que la habitación no estaba por completo vacía.
En una de las sillas de espera, a mi espalda, había una chica. No la conocía ni la había visto antes por la unidad: No era ni muy mayor ni muy joven, rubia y con unas pequeñas gafas cuadradas. No me prestó la menor atención, estaba metida de lleno en un libro que tenía entre las manos.
- ¡Hola! Soy Abby MacGonagall – la saludé.
- Hola – su contestación fue tajante, ni siquiera separó la vista del libro ni dos segundos para mirarme.
- ¡Eh! ¿Qué estás leyendo?
Ella resopló, alzó la mirada y me miró por encima de sus minúsculas gafas. Agradecí que las miradas no matasen sino, yo habría sido fulminada en ese justo instante.
- Estoy leyendo, punto. Y agradecería mucho hacerlo en silencio – dijo esto en menos de cinco segundos y, rápidamente, volvió a su libro, repasando con su uña las líneas hasta donde se había quedado con la interrupción.
Yo me quedé en estado de shock. Por norma general, yo era la borde allí y, salvo algún que otro intento de molestar, siempre que yo estabas de buenas, el mundo se solía poner de buenas conmigo.
Iba a contestarle cuando apareció Doris por el pasillo, me echó una rápida ojeada y otra a mi acompañante… y luego sonrió con malicia. Me acerqué a su escritorio y me agaché para que me pudiera escuchar susurrar:
- ¿Quién es esa?
Doris hizo un gesto condescendiente, le encantaba el hecho de que yo la necesitara para saciar mi curiosidad y era tan retorcida que le habría encantado poder dejarme con la duda pero, por otra parte, le recomía su vena cotilla como si le quemara por dentro.
- Es nueva – anunció -. La han enviado desde Europa, tiene un historial bastante… eh… ¿cómo te diría yo? – hizo una pausa mientras movía sus labios de un lado a otro intentando parecer interesante -… Conflictivo.
- ¿Y el jefe ha reclutado a alguien así?
- Lo hizo contigo, ¿no? – había tardado bastante en lanzarme su ponzoña.
Saciada mi curiosidad, me di media vuelta dispuesta a irme.
- Esto va a ser muy divertido – dijo Doris, yo me giré sólo para ver como esbozaba su sonrisa maliciosa -. Es la orna de tu zapato.
Encogí los hombros sin saber qué quería decir, iba a preguntar algo cuando escuché a la chica resoplar a mi espalda.
- En serio, ¿es que sois tan incultos aquí que no sabéis lo que molesta estar leyendo con vocecillas chismosas de fondo?
Doris se rió para sí, tecleó un nombre en el ordenador y anunció:
- Señorita Molière, puedes pasar. El director general te está esperando.
La chica cerró el libro de golpe y se quitó las gafas con cierto aire enojado.
- ¡Gracias a Dios! – se colocó el libro bajo el brazo y se dirigió hacia el despacho del jefe marcando el paso con los tacones.
- ¡Menuda estúpida estirada! – exclamé por lo bajo cuando desapareció tras la puerta.
Doris se echó a reír, casi le faltó que hasta se le saltaran las lágrimas.
- Lo que yo diga, nena te vas a divertir.
- ¿Dónde coño se ha metido todo el mundo? – dije a la sala vacía.
- ¡Ssshhh!
Los pelos se me pusieron de punta y el corazón casi se me salió por la boca al escuchar aquel siseo tan cerca de mí. Como esperando una aparición, me giré muy lentamente hacia la izquierda. Entonces me di cuenta de que la habitación no estaba por completo vacía.
En una de las sillas de espera, a mi espalda, había una chica. No la conocía ni la había visto antes por la unidad: No era ni muy mayor ni muy joven, rubia y con unas pequeñas gafas cuadradas. No me prestó la menor atención, estaba metida de lleno en un libro que tenía entre las manos.
- ¡Hola! Soy Abby MacGonagall – la saludé.
- Hola – su contestación fue tajante, ni siquiera separó la vista del libro ni dos segundos para mirarme.
- ¡Eh! ¿Qué estás leyendo?
Ella resopló, alzó la mirada y me miró por encima de sus minúsculas gafas. Agradecí que las miradas no matasen sino, yo habría sido fulminada en ese justo instante.
- Estoy leyendo, punto. Y agradecería mucho hacerlo en silencio – dijo esto en menos de cinco segundos y, rápidamente, volvió a su libro, repasando con su uña las líneas hasta donde se había quedado con la interrupción.
Yo me quedé en estado de shock. Por norma general, yo era la borde allí y, salvo algún que otro intento de molestar, siempre que yo estabas de buenas, el mundo se solía poner de buenas conmigo.
Iba a contestarle cuando apareció Doris por el pasillo, me echó una rápida ojeada y otra a mi acompañante… y luego sonrió con malicia. Me acerqué a su escritorio y me agaché para que me pudiera escuchar susurrar:
- ¿Quién es esa?
Doris hizo un gesto condescendiente, le encantaba el hecho de que yo la necesitara para saciar mi curiosidad y era tan retorcida que le habría encantado poder dejarme con la duda pero, por otra parte, le recomía su vena cotilla como si le quemara por dentro.
- Es nueva – anunció -. La han enviado desde Europa, tiene un historial bastante… eh… ¿cómo te diría yo? – hizo una pausa mientras movía sus labios de un lado a otro intentando parecer interesante -… Conflictivo.
- ¿Y el jefe ha reclutado a alguien así?
- Lo hizo contigo, ¿no? – había tardado bastante en lanzarme su ponzoña.
Saciada mi curiosidad, me di media vuelta dispuesta a irme.
- Esto va a ser muy divertido – dijo Doris, yo me giré sólo para ver como esbozaba su sonrisa maliciosa -. Es la orna de tu zapato.
Encogí los hombros sin saber qué quería decir, iba a preguntar algo cuando escuché a la chica resoplar a mi espalda.
- En serio, ¿es que sois tan incultos aquí que no sabéis lo que molesta estar leyendo con vocecillas chismosas de fondo?
Doris se rió para sí, tecleó un nombre en el ordenador y anunció:
- Señorita Molière, puedes pasar. El director general te está esperando.
La chica cerró el libro de golpe y se quitó las gafas con cierto aire enojado.
- ¡Gracias a Dios! – se colocó el libro bajo el brazo y se dirigió hacia el despacho del jefe marcando el paso con los tacones.
- ¡Menuda estúpida estirada! – exclamé por lo bajo cuando desapareció tras la puerta.
Doris se echó a reír, casi le faltó que hasta se le saltaran las lágrimas.
- Lo que yo diga, nena te vas a divertir.
¡Feliz día del libro!
1 comentarios:
Doris comienza a ser mi personaje preferido xDDD No se aquíen odia más Abby, si a Doris o a la nueva XDD
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