Día libre de la semana. Para muchos es algo esperado
con anhelo pero, para mí, sólo era un domingo más. Me llamo Vladimir Romanoff,
procedo de la vieja Valaquia, lo que hoy se conoce como Rumanía y soy vampiro
desde el año 1810. Mi transformación no fue lo que muchos humanos pensarían: No
tuve a un Sire que me enseñase, ni aprendí de mi maestro los secretos del
vampirismo. Fui engañado por una prostituta que se alimentaba usando su belleza
como carnaza para el hambriento. Mi conversión fue dolorosa y muy violenta. La
gente moderna y las diferentes leyendas hablan de unas razas de vampiros
inexistentes, los vampiros podemos andar bajo el sol, pero somos vulnerables
pues perdemos nuestras habilidades sobrehumanas. Aunque es cierto que el exceso
de rayos solares nos deshidrata hasta el punto de que podemos llegar convertirnos
en una explosión de sangre y carne. Tampoco nos transformamos en humo ni murciélagos,
metamorfoseamos sí, pero bajo conjuros que requieren unos ritos y un nivel que
no se explican en las leyendas.
Pienso en mis últimos momentos como humano y
aparecen ante mí los recuerdos de mi hogar, tan diferente que es de América. Aquel
frío, siempre presente, que congelaba mis huesos poco a poco; sentir cómo mi
sangre brotaba de mí y me abandonaba lentamente, como si mi cuello fuera un río
de vida que fluye hasta el mar de mi muerte. Creyéndome muerto, mi creadora me
dejó sobre la nieve teñida a que el simple clima limpiara la escena de pruebas.
En unas pocas horas, mi cuerpo se encontraba a unos cuantos metros bajo la
nieve...
Y aquí estaba en un parque de atracciones comiéndome
un perrito caliente y un algodón de azúcar como si nada.
Suele extrañar ver a un vampiro comiendo comida
humana… pero sí, los vampiros podemos comer lo que deseemos. El problema es
nuestra dieta de nutrientes y líquidos: Necesitamos introducir en el organismo
una serie de fluidos y minerales que nos ayudan a mantener vivos los órganos
vitales. Realmente, y aclarando, la sangre es el mejor medio de suplir fácil y rápidamente
esas necesidades. Pero no es fácil conseguirla, sobre todo cuando la
organización para la que trabajas considera “asesinato” a tus hábitos
alimentarios. Tampoco defecamos, al transformarnos, nuestro sistema digestivo
cambia, los alimentos que ingerimos son succionados por nuestro cuerpo
lentamente y, una vez están exentos de ellos, son... regurgitados.
La existencia se había convertido para mí en una
sucesión de días monótonos y aburridos, por eso trabajaba para la Unidad 86,
resultaba ser un buen método para evadirme de mis propias meditaciones y, al
mismo tiempo, ganarme la simpatía del gobierno. Esa era la razón principal por
lo cual no me entusiasmaban especialmente los días libres que me concedían en
la Unidad.
Tomé la costumbre, para apurar ese cúmulo de días al
mes, de pasarlos en los números parques de atracciones que se reparten por los
diferentes Estados americanos. Paseaba entre las gentes dejándome inundar por
las emociones que desprendían, quizá por eso la montaña rusa era de mis
atracciones favoritas. Nada tenía que ver con que fuera ruso, era la mezcla
entre el temor, la tensión y la diversión de los que se subían en ella unidos a
la mía propia lo que me resultaba orgásmico. Acudía solamente los días nublados
para resentirme lo menos posibles ya que así era capaz de sentir las emociones
ajenas más intensamente, además una cosa era poder vivir bajo el sol y otra muy
distinta a que me exponga por el placer de sufrir gratuitamente.
Había espectáculos que no cambiaban, como por
ejemplo los acrobáticos. Antaño, si querías ver este tipo actos, tenías que
esperar a que acudiera el circo a tu ciudad. Hoy es algo más familiar y busca
el ilusionismo y la fantasía del espectador, no sólo del niño… sino también del
adulto.
Lo que no esperaba fue tener que trabajar un día
libre y, menos aún, encontrarme duendes y hadas realizando acrobacias para el público.
Nada de eso era normal. El tratado de Eva prohíbe a toda criatura "no humana" revelar su
existencia a los seres humanos. Todo aquél que incumple el tratado es condenado
a diferentes tipos de castigos, según sea el grado de incumplimiento o los
daños provocados. Para el más grave de todos, la condena era la muerte. Y
aquellos seres, precisamente, estaban incumpliendo bastantes puntos del
tratado.
El público disfrutaba de la diversión, creyendo
disfraces o inclusive robots de última generación lo que tenían ante sus ojos. Me
levanté y salí de los asientos asignados al público, acercándome lo más posible
a la zona del espectáculo e intenté capturar a uno de los duendes. No son seres
fáciles de atrapar, pero era algo que ya había hecho antes y tenía mis propios
trucos. Sin embargo, cada vez que lo tenía arrinconado e iba a atraparlo… ¡Puf!
Desaparecía como una pompa de jabón que explota en el aire. ¿Duendes que desaparecen
en la nada? Antes de que aquello se me fuera de las manos, preferí avisar a la
central.
- – Central, aquí Romanoff. Hay un 3-15 en el parque de atracciones de Long
Island.
- – Romanoff, aquí central – podía escuchar cómo tecleaban rápidamente al
otro lado del teléfono -. No detectamos
seres paranormales en su situación.
Miré a mi alrededor, el parque estaba infestado por
un montón de seres que correteaban de un lado otro, ofreciendo espectáculos e
incluso gastando bromas a los civiles.
- – Central, ¡eso es imposible! Estoy rodeado de ellos… - hubo una
interrupción en la radiofrecuencia.
- – Romanoff, le habla el mayor Plasman, ¿me recibe?
- – Le recibo, mayor.
- – Creemos que ha localizado a un sujeto de experimentación que se
encuentra en un estado de inestabilidad.
- – Mayor, necesito saber a que me enfrento o si enviarán a algún agente
para cubrir el sector.
– – Negativo Romanoff, eres el agente más cercano y, cuando llegásemos,
sería demasiado tarde para actuar. Tienes que localizar y eliminar al sujeto de
pruebas V-seis. ¿Entiendes tu misión?
Lo medité en una décima de segundo. No sólo no sabía
qué estaba pasando con exactitud, sino que esperaban que eliminase… ¿A quién?
- – Mayor, necesito más datos. No puedo realizar la misión sin la
información correspondiente. Además, no dispongo de ningún arma.
- – Romanoff. Tu misión es encontrar al sujeto V-seis, una niña alrededor
de los seis años y pelo castaño oscuro. Tiene la habilidad de alterar la
realidad con su mente. Hace unos días se nos notificó que había escapado de los
laboratorios y que podría llegar a encontrarse en un estado inestable. Si el
sujeto no es detenido podría sufrir un colapso psíquico que llegará a matar al
millar de personas que se encuentren dentro de un radio superior a los diez
kilómetros. ¿Comprendes ahora tu misión, Romanoff?
- – Sí, mayor, comprendido.
No hacía ni una hora me comía un algodón de azúcar
mientras esperaba en la cola para entrar al espectáculo y ahora me habían
encomendado una misión en la que debía eliminar a una niña de seis años. ¡Oh
sí, grandioso día libre! Lo primero era buscar la fuente.
Lo único que podía hacer en mi situación era buscar
el lugar más alto del lugar. La montaña rusa tenía un amplio espacio y altura,
pero los movimientos resultarían demasiado bruscos como para poder localizar al
sujeto… sin contar con mis propias distracciones. Tras echar una mirada
alrededor, me dirigí directamente hacia la noria. Me acerqué a la taquilla y,
cuando estuve frente al chico que controlaba la atracción le enseñé mi
identificación.
-
Vladimir Romanoff, agente del gobierno – el chico palideció, boqueando
igual que si hubiera visto un fantasma -. Me encuentro en una misión delicada y
voy a necesitar su colaboración. Necesito que pare el aparato justo cuando me
encuentre en el punto álgido. ¿Hay algún problema con ello?
Aquel chico fue incapaz de contestar, negó con la
cabeza repetidas veces y tan sólo asintió cuando le indiqué que iba a subir.
Una actitud bastante sospechosa, pero si aquel chaval tenía problemas con la
policía o el gobierno no era asunto mío.
La persuasión siempre me había resultado muy fácil,
una de las tantas habilidades que se adquieren con la conversión vampírica, al
igual que las habilidades psíquica. Podía encontrar a cualquier persona en
menos de un minuto en un radio tan superior como podía ser el centro de
atracciones; la dificultad residía en buscar a alguien con un nivel psíquico
tan alto como el mío… o, incluso, superior. Si el sujeto detectaba que
intentaba localizarlo podría sufrir un contraataque en respuesta. Simplemente
esperaba que no fuera así.
Me senté en el suelo de la cabina, justo en el
centro para intentar mantenerla equilibrada y vacié mi mente. Dejé que todo
fluyera a mi alrededor, llenándome con todas las emociones pero sin prestar
atención a ninguna de ellas, como un ciclo de agua. Unas ondas comenzaron a
sobresalir por encima del resto, una sensación fuerte y dominante sobre el
resto que tenían su centro en el parque infantil. Ése era mi sujeto. Le di una
voz al maquinista, que se apresuró a poner en funcionamiento la maquinaria para
que pudiera bajar. Tras darle las gracias, me dirigí hacia el parque infantil;
lo bastante rápido como para llegar antes de que el sujeto se moviera de allí,
pero lo suficientemente despacio como para no llamar la atención.
El parque estaba vacío a excepción de una niña
pequeña de pelo castaño que se balanceaba en los columpios con el rostro
cabizbajo.
- – V-seis, ¿puedes escucharme?
– La niña no se inmutó pero, tras ella, se levantó un
torbellino de viento que arrancó varios columpios de cuajo.
- – ¡Espera! – grité -. ¡No quiero hacerte daño!
– Sin posibilidad de moverme, fui aplastado por un
amasijo de columpios.
- – ¡Tú eres uno de ellos! Como no podéis usarme como arma… queréis
matarme.
- – ¡NO! Eso no es así. Sólo deja que me explique, por favor…
El viento se fue disipando lentamente dejando de
aplastar la masa de columpios sobre mí. Me levanté y me acerqué hasta la niña.
Le indiqué con la mano si podía sentarme en el columpio que había al lado, sólo
entonces, la niña alzó la cabeza para mirarme con unos ojos cristalinos que
variaban de color. Asintió una vez con la cabeza y yo intenté acomodarme en el
pequeño columpio.
- – Me equivoqué – murmuró ella -. Tú no eres como ellos. No tienes
intención de matarme… Gracias.
- – No mato a nadie que no quiera matarme a mí, menos aún a niños.
- – ¿De verdad eres un vampiro?
- – Sí, aunque no somos exactamente como los que ves en las películas.
- – Puedes salir a la luz de sol.
- – Sí – contesté, aunque no era una pregunta, ella ya lo había visto en mi
mente.
- – ¿Y si te clavan una estaca en el corazón te mueres?
- – Sí, bueno… ¡Y a quién no le mataría eso!
La niña empezó a reírse. Al verla reír, entendí la
gracia y yo también me reí con ella. De repente suspiró y se quedó seria.
- – Leí la mente de un hombre, en el laboratorio. Decía que mi vida terminaría
pronto y que no podría ser usada como arma… Por eso escape. Cuando estuve en su
laboratorio no dejaban de hacerme pruebas y preguntas: "¿V-seis puedes mover este vaso, Esta silla, a este sujeto?” Sí, podía.
Observé sus ojos, aunque ella no era consciente de
ello, sus ojos se enturbiaban con cada palabra que decía. Comprendí entonces
que la variación del color de sus ojos dependía de su estado de ánimo o de sus
recuerdos. Ella continuaba hablando, sin percatarse de mi distracción.
- – Me aburría de hacer lo mismo todos los días… y comencé a leer sus
mentes. Veía como pasaban su tiempo libre, lo que hacían cuando salían del
laboratorio, traían a sus hijos a sitios como éste los fines de semana… y
también tenían recuerdos cuando eran pequeños, se divertían en los columpios
del parque. Yo también quería tener esos recuerdos, quería venir a un parque de
atracciones, aunque sólo fuera una vez. Huí, al saber que no me quedaba mucho
tiempo para poder cumplir mi sueño, como dicen los mayores. Pero, la verdad, es
que ahora me doy cuenta de que lo único que quería era tener a alguien con
quien jugar de vez en cuando. Sólo eso.
- – Querías tener un amigo… sé lo que es eso. Cuando eres un vampiro, no
puedes hacer muchos. O bien son mortales o porque son comida. Luego intentas hacer
amigos entre los tuyos, no te creas todas esas historietas, por norma general
los vampiros somos muy solitarios. No a todos nos gusta obedecer órdenes entre
sí, por lo que nuestras relaciones son complicadas. Así que créeme, sé lo que
es no tener amigos con quien poder jugar.
Nos quedamos unos segundos en silencio, cada uno
mirándonos nuestros pies. Algo dentro de mi mente comenzó a romperse, como un
circuito de cables que van desconectándose. Alcé la mirada buscando a mi
alrededor, miré a la niña quien, poco a poco, se iba apagando como una luz.
- – Moriré pronto, ¿verdad?
- – Sí, lo siento, ojala pudiera hacer algo para ayudarte.
- – ¿Podrías quedarte conmigo, por favor? Eres la primera persona que siento como si fuera un amigo – Cuando alzó la mirada hacia mí, estaba
llorando.
La sentí como a una hija, buscando en mí la
protección de un padre. Le di la mano y se la agarré con fuerza.
- – ¡Claro! Es más V-seis, si deshaces todas las ilusiones del parque, te
ofrezco que leas mi mente para que veas los diferentes parques de atracciones
que he visitado.
- – No me gusta el nombre de V-seis, nunca tuve un nombre real.
- – Entonces, elegiremos uno, si quieres… - ella me miró sonriente.
- – ¿Cuál crees que sería mi nombre?
- – Valentina, tiene su origen en el latín y significa: Valerosa – la niña
apretó mi mano y me sonrió.
Cerré los ojos, visualizando los diferentes parques
de atracciones que visité, aunque había algo diferente en mis recuerdos, era
como revivir aquellas situaciones, como si hubiera vuelto al pasado, podía
sentir nuevamente la alegría, la excitación y el miedo sostenido como si
estuviera experimentándolos por primera vez… Hasta que, horas más tarde, mis
recuerdos volvieron a ser sólo eso, recuerdos. La mano que sostenía con fuerza,
se volvió débil y fría, volví a la realidad del parque infantil nuevamente.
Miré a la niña con tristeza, sólo ver su rostro me arrancó una última sonrisa,
pues donde antes sólo había rabia y tristeza se veían ahora unos ojos cerrados
dulcemente, con el recuerdo de las últimas lágrimas y una amplia sonrisa en los
labios. Me alenté al pensar que en mis recuerdos había podido, junto a su
primer y único amigo, vivir la experiencia de ir a cientos de parques de
atracciones. Pero eso no terminaría ahí. Hice una llamada a un viejo amigo mío,
encargándole que se llevara el cuerpo de Valentina antes de que llegasen los de limpieza de la Unidad 86.
Unas semanas más tarde, pedí unos días libres para
viajar a mi país y visitar un viejo y abandonado mausoleo familiar. Allí recibí
a mi viejo conocido, que había traído consigo la urna criogénica de la pequeña
niña. La enterré en aquel lugar, donde yacían los restos de mis padres y
hermanos. No podía poner mucho en su epitafio, tan sólo unas líneas que
rezaban:
"Aquí yace
Valentina Romanoff. Tus amigos se alegran de que cumplieras tus sueños"
Nadie supo jamás el verdadero paradero de la pequeña
V-seis. A la Unidad 86 expliqué que la niña implosionó de tal forma que
desapareció sin dejar rastro, a excepción de unos residuos psíquicos, que
fueron los producidos por las alucinaciones de la niña. La excusa quedó
bastante creíble y tal cual fue descrita a los responsables de los laboratorios.
Trabajo concluido.
Aunque, cada cierto tiempo, regreso a visitar el
mausoleo para llevarle una entrada sin usar de cada parque de atracciones a los
que he ido para contarle las diferentes atracciones y emociones que he vivido.
Nunca habría podido imaginar que alguien a quien conocí en tan poco tiempo y en
unas circunstancias tan adversas, pudiera llegar tan profundo en mi corazón.
INFORME CERRADO
1 comentarios:
Muy bien escrita, me ha gustado mucho ;)
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